*En La Chaparrita, fundada hace setenta años en la populosa colonia Unidad Veracruzana, convive la esencia del puerto de Veracruz, alejado de los turistas y de los bares comunes que abundan sobre el malecón
Gloria González
Veracruz, Ver.- El sonido de la jarana y del son jarocho se ahoga con las risas y platica de las más de 10 personas que se encuentran en este sitio.
Una rocola que está pegada a la pared comienza a sonar y de fondo se escucha la Rebelión, el éxito salsero de Joe Arroyo lanzado en 1986 y que ameniza este botanero familiar que tiene más del doble de años que esa canción.
En el establecimiento conviven parejas, amigos, compañeros de trabajo y hombres solos que llegan a refrescarse con una cerveza del calor que comienza a hacer en el puerto de Veracruz, a pesar de que el invierno no ha terminado en esta ciudad costera.
Al fondo, detrás de una barra de madera, José Luis García observa atento a cada mesa; un hombre levanta el envase de su cerveza vacía y sin mencionar una palabra el mesero sabe que tiene que llevarle otra.
Luis, de semblante serio, medio regordete y con el cabello chino relamido hacia atrás, es el único que atiende este sitio que fundó su padre hace 70 años y que conserva hasta la actualidad.
También conserva los mismos clientes y otros nuevos que con el paso de los años han descubierto este sitio escondido en la colonia Unidad Veracruzana, nombrado “La Chaparrita” en honor a su madre, Ester Díaz Hernández.
“Empezó en 1959, con la Chaparrita, Ester Díaz Hernández, aquí empezó todo. Llevamos el mismo sistema de antes de la comida, tres botanas: caldito, tostadas y el pescado frito”.
La especialidad de la casa son las botanas que vienen acompañadas de cerveza con un costo de 20 pesos; primero el caldo de jaiba y camarón, que combate cualquier cruda rezagada, el segundo tiempo son las tostadas de papa, guacamole y chicharrón, para rematar con el pescado frito con rodajas de pepino bañado en salsa verde, que a más de uno le ha quitado el hambre.
Pero si esto no es suficiente también hay ceviche, el mejor de “Veracruz” como dice su publicidad en redes sociales.
La decoración en este lugar es sencilla, un par de mesas, sillas y unos cuadros colgados en la pared. Atrás de la barra se encuentra un pequeño altar con la figura de San Judas Tadeo y fotos de sus padres, ambos fallecidos.
La estructura ha cambiado, Luis describe que en un inicio el techado era de palma y madera, luego asbesto y ahora de concreto, peor la esencia es la misma.
“Ya es tradición, aparte a mí me gusta atender a los clientes, además ya no quedan muchos de estos lugares, pero no han dejado de venir las personas”, dice.
En este lugar convive la esencia de Veracruz, alejado de los turistas y de los bares comunes que abundan sobre el malecón y que cambiaron la comida de tres tiempos por hamburguesas, alitas y Hot Dogs.
“La Chaparrita” es un establecimiento que se niega a morir a pesar del cambio de generación y del mercado que cada día busca lo novedoso y que se olvida del viejo puerto, ese que sobrevive en sus colonias y con sus habitantes.